miércoles, 18 de abril de 2007

Hachiko

La de Hachiko es una historia de lealtad y de amor, que simboliza aquel dicho de que "el perro es el mejor amigo del hombre". Una historia que se ha repetido en numerosas ocasiones, con otros protagonistas (de hecho en Cádiz hay una historia similar según he oído) y en esta ocasión con origen en Japón.

Hachiko, un perro de raza Akita Inu, macho y de color blanco intenso, era la mascota del profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Japón, el Dr. Eisaburo Ueno. Desde el principio Hachiko se mostró fiel a éste, tanto que le acompañaba cada día a la estación de tren de Shibuya, cerca de la casa de su amo, aunque naturalmente no podía entrar, pero lo que sí hacía era despedirse de su dueño y esperarle sentado en una pequeña plaza, hasta el final de su jornada laboral, cuando el Dr. Ueno regresaba en el tren de la tarde.
Un día, como todos los demás, Hachiko acompañó a su amo hasta la estación, pero por desgracia, estando en la Universidad, el profesor sufrió un ataque cardiaco y falleció. Mientras, el perro esperaba en la estación.
Por la tarde a la llegada del tren, buscó entre la gente a la persona que amaba, pero no aparecía, y a la mañana siguiente Hachiko volvió a la estación. Aguardó todo el día en vano, pero día tras día volvía y buscaba, pasando los meses, haciendo frío o calor, lluvia, sol, viento o nieve. Y así durante 11 largos años.
Pronto la población se dio cuenta, y la admiración hacia aquel perro crecía, hasta convertirse en un héroe y un ejemplo de lealtad no solo para los habitantes de Tokyo, si no para todos los japoneses, con lo que surgió la idea de crearle una estatua en el mismo lugar donde Hachiko esperaba cada día. Se contrató a Teru Ando, un famoso escultor japonés, que estuvo encantado de hacer el trabajo, con material de bronce.
Un año después, el 7 de marzo de 1935, Hachiko falleció al pié de su propia estatua debido a la edad, pero para entonces su historia ya había recorrido todo Japón.
Durante la Segunda Guerra Mundial y debido a una ordenanza de gobierno, todas las estatuas y monumentos de Japón fueron fundidas para la fabricación de armamento. La de Hachiko no escapó de esa suerte y su escultor fue asesinado. Pero al finalizar la guerra, la gente seguía recordando al perro y su mensaje de lealtad, y se constituyó una Sociedad para reemplazar la estatua, contratando al hijo de Teru Ando, que era también un magnífico escultor.



Y así ha llegado la historia hasta nuestros días, en la que la estatua todavía sigue erigiéndose en medio de la plaza enfrente de la estación de Shibuya, donde cada 8 de abril se conmemora el día de Hachiko.
Los restos del perro, según algunas fuentes están enterrados junto con los de su dueño en un cementerio de Tokyo, aunque también he leído que están disecados y en un museo, ciertamente no lo sé.
Lo que si es cierto es que la plaza de Hachiko se ha convertido en el punto de reunión por excelencia de todo Tokyo. Miles de jóvenes quedan enfrente de la estatua (algo que se asemeja aquí en menor medida al Oso y el Madroño en Madrid, o el BBVA en Bilbao), aunque me han comentado que es prácticamente imposible en los últimos tiempos por tanta aglomeración de gente. Incluso en Tokyo hay un minibus para llevarte directamente a la estatua, mirad:





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